En la mayoría de las ocasiones ponemos en marcha nuestra capacidad de pensar antes que actuar, siendo coherentes con las normas de la sociedad y de nuestro entorno en general. Esto es lo que
llamamos autocontrol, aunque no es fácil para aquellas personas que tienen dificultades para oponerse a la necesidad de llevar a cabo un acto perjudicial para sí mismas o para los demás.
Habitualmente la persona experimenta una sensación de tensión y malestar que se alivia cometiendo el acto impulsivo, y que se torna placentera en el momento de llevarlo a cabo. Tras el acto puede
haber arrepentimiento o no.