Organización y Orden

Para evitar olvidarse de algunos asuntos, la primera clave es la organización y el orden. Dejar las llaves del coche siempre en el mismo bolsillo o guardar las gafas en el mismo cajón, son maneras de mantener un hábito. De esta manera no sólo liberamos a nuestra mente de que esté continuamente trabajando con estrés, sino que además facilitamos la recuperación de la información. Nuestra mente opera como un ordenador, si guardamos la información en carpetas organizadas, será más fácil recuperarla. Desfragmenta tu mente de vez en cuando.

Desafío mental

Mantener hábitos y rutinas para guardar la información no significa que tenemos que volver a la mente vaga. Si no que le damos un respiro para que esté al 100% en otras tareas. Por eso debemos dedicar un tiempo a ejercitar nuestra mente para que no se atrofie. Pasatiempos, cuentas, desafíos, idiomas, etc. No sólo entrenas tu capacidad cognitiva, además aumentas tu autoestima y autoeficacia. Numerosas investigaciones asocian una vida de aprendizaje como ayuda a la prevención del Alzheimer.

Meditación: reduce tu estrés.

Es cierto que el estrés puntual y agudo hace que enfoquemos toda nuestra atención en aquello que nos lo demanda, y por ello nos ayuda a recordar más y mejor, lo que está ocurriendo. Pero, a diferencia, el estrés crónico, altera claramente el funcionamiento cognitivo y acelera el riesgo de demencia.

De hecho, el estrés crónico y el cortisol (hormona del estrés), afecta negativamente a las neuronas y al tamaño del cerebro.

Meditación, relajación, yoga o cualquier actividad que te ayude a sentirte relajado, ayudará al mejor funcionamiento de tu memoria.

Cuida tu alimentación.

Neuronutrición, consiste en mantener una dieta equilibrada para conseguir además de salud física una buena salud mental.

Alimentos con vitaminas C, D y E son muy útiles. Alimentos cargados de antioxidantes y por supuesto disminuye la ingesta de grasa. Cuando mantenemos una dieta equilibrada mejoramos el funcionamiento de nuestro cuerpo. Eliminando el colesterol, previniendo la diabetes, eliminando lípidos de nuestra presión arterial, fomentamos que la sangre fluya de manera correcta por todo el organismo. Así evitamos accidentes cerebrovasculares y nos aseguramos de aportarle la energía necesaria a nuestro cerebro para mantenerse activo. 

Practicar deporte.

Realizar actividades físicas, junto a una buena alimentación, mejora la circulación de la sangre al cerebro y los niveles de colesterol, y éstos están relacionados directamente con la memoria y la función cognitiva.

Además de los beneficios físicos directos, el realizar deporte reduce el estrés, evita la atrofia del hipocampo, ayuda a mantener la sustancia blanca y gris, y es un gran motor para aumentar el ánimo positivo. Sabemos que las emociones positivas provocan la liberación de dopamina, neurotransmisor que beneficia el mantenimiento de la   memoria. 

Sueño

Numerosas investigaciones han demostrado que es durante el sueño donde consolidamos la memoria. Nuestro procesador interno aprovecha este tiempo para organizar la información aprendida y asentarla.

Además, el estar descansado, reduce los niveles de estrés. Existen numerosos estímulos a lo largo del día que no le prestamos atención o que incluso nos provocan irritabilidad cuando no descansamos. Descansar las horas de sueño nos permite estar más despierto durante el día, y con ello a levantarnos de mejor humor y a recordar más.

Cultiva el arte. Música, lectura, dibujo.

Nuestra memoria creativa necesita de estimulación. La música activa neurotransmisores del circuito del placer, a la vez que genera emociones que actúan como “pegamento” para nuestros recuerdos. Al igual la lectura y el dibujo, además de suponernos desafíos mentales, nos permite divagar y crear nuevas conexiones neuronales. Todo esto acentúa nuestra capacidad para memorizar y para prestar atención.

Mantenga sus relaciones sociales.

De manera coloquial, nuestra “escuela de la vida”. Las personas que nos rodean son una gran fuente de información que nos permite integrar nuevos conocimientos e incluso replantearnos ideas que teníamos instauradas desde hace tiempo. El “discutir” sobre diversos temas y pensar de diferente manera hace que nuestras redes neuronales busquen nuevos caminos.

Pero no se trata sólo de aumentar nuestro conocimiento, si no todos los factores implicados en mantener una conversación, (atención a los que dice el otro, recepción de la información, asimilación de la misma, pensar y organizar el qué responder y hablar en sí) supone una activación de muchas y diferentes áreas cerebrales.

Relacionarse y hablar mantiene nuestra memoria activa y rejuvenecida.

Una mente abierta.

Nunca termina uno de aprender cosas nuevas. De nosotros depende buscar y aceptar nuevos retos. La actitud es muy importante y la investigación ha encontrado relación entre las personas que tiene una mente abierta y un mejor funcionamiento de su memoria. No se trata sólo de aumentar los conocimientos, y con ello las redes neuronales, de lo que ya sabemos. Consiste en crear nuevos contenidos. Para ello es necesario participar en actividades nuevas y eliminar nuestras propias limitaciones.

Fuera barreras es sinónimo de buena capacidad cognitiva.

Atrás prejuicios.

Por supuesto, no menos importante, ya conocemos el poder que tienen nuestros pensamientos en nuestro desarrollo y salud.  Hay que aceptar que los genes y las experiencias vividas influyen en el proceso de deterioro. Pero con ello no significa que debamos de asumir como una verdad absoluta que nuestra memoria va a dejar de funcionar con el paso de los años. Esta actitud derrotista hace que se cumpla la profecía y que nos sintamos impotentes al no poder hacer nada.

Lo que es cierto es que la agudeza mental es algo que se puede ejercitar y mantener, y que precisamente las personas que realizan lo anteriormente dicho, afirman disfrutar de una memoria y capacidad cognitiva muy funcional.

Eliminemos los mitos de que los mayores no pueden aprender cosas nuevas, demostrémoslo con el ejemplo.